A medida que ha avanzado la transformación digital, el concepto de perímetro de seguridad ha cambiado drásticamente. Las organizaciones han migrado de un esquema de trabajo presencial, donde la seguridad se centraba en las redes internas y los servidores físicos, a un modelo de trabajo híbrido y, en muchos casos, completamente en la nube.
Este cambio de paradigma ha rebasado el perímetro tradicional, haciendo que la identidad digital se convierta en el nuevo punto crítico que requiere una defensa particular. Y es que hoy, proteger las identidades no es solamente una cuestión de control de acceso, sino de protección empresarial.
La movilidad y la agilidad que se requiere en el entorno actual no han llegado solas; las amenazas están evolucionando a gran velocidad. Ahora, los colaboradores pueden conectarse desde entornos controlados, como oficinas corporativas, o desde sitios abiertos y vulnerables, como cafeterías, hogares o espacios virtuales. Esta disolución de los límites físicos ha expuesto a las organizaciones a nuevos riesgos, ya que el punto de control no está más en la red, sino en la propia identidad de los usuarios.
Si bien los proveedores de nube brindan seguridad a la infraestructura subyacente, en la forma de máquinas virtuales, espacios de desarrollo o servicios SaaS, la responsabilidad de determinar quién accede a qué sigue siendo de la organización, la cual debe reforzar sus estrategias de gestión de identidad, no sólo como un mecanismo de autenticación, sino como una línea de defensa contra amenazas.
Credenciales, el nuevo objetivo
Además de los vectores de ataque tradicionales, las empresas están viendo cómo los cibercriminales están apuntando a las credenciales de sus usuarios. Estos incidentes se han incrementado hasta en 75% con respecto a años anteriores, lo que confirma un cambio de enfoque en los ciberataques: ya no se trata únicamente de ataques masivos que buscan interrumpir servicios, sino de acciones quirúrgicas y dirigidas a comprometer cuentas privilegiadas.
El interés en este tipo de cuentas es lógico: quien controla las identidades, puede controlar el corazón de la operación. Una cuenta con permisos elevados tiene la capacidad acceder a información crítica, modificar sistemas, alterar políticas de red o incluso deshabilitar herramientas de ciberseguridad. Por ello, la protección de estas identidades debe ser prioritaria en cualquier estrategia de seguridad empresarial.
Foco y respuesta en las amenazas
En este contexto, el Identity Threat Detection and Response (ITDR), o detección y respuesta a amenazas de identidad contempla, además de la administración de identidades y accesos, el monitoreo constante, la detección de anomalías y la respuesta automatizada ante posibles incidentes. La finalidad es prevenir, contener y responder ante ataques que utilizan identidades comprometidas como la puerta de entrada.
El contexto técnico también hace aún más urgente la implementación de ITDR. La mayoría de las organizaciones continúan operando con Active Directory (AD), ya sea en la nube o en forma local. Actualmente, el AD sigue siendo el núcleo de la gestión de identidades, y por tanto, el objetivo preferido de los atacantes. Se estima que nueve de cada diez ADs son susceptibles de ser explotados, lo que confirma que AD sigue siendo «la joya de la corona» que está en la mira de los ciberdelincuentes.
Ciclos de una implementación efectiva
Ante la alta sensibilidad de las identidades, su gestión basada en una estrategia de ITDR requiere seguir una ruta clara y definida. Por ello, se recomienda seguir cinco fases fundamentales, y las cuales se describen a continuación:
- Evaluación y planeación. Aquí, la organización debe realizar un inventario detallado de su infraestructura de identidades. Esto incluye cuentas privilegiadas, de servicio, no humanas, así como aquellas con alto riesgo. También se deben evaluar los controles existentes y definir un mapa de riesgos alineado con los objetivos del negocio. Este diagnóstico sirve como punto de partida para un plan estratégico escalable.
- Fortalecer los controles preventivos. Una vez identificadas las vulnerabilidades, se deben reducir antes de habilitar herramientas avanzadas de detección. Esto implica gobernar el ciclo de vida de las identidades (altas, bajas y cambios), revisar cuentas huérfanas o con privilegios excesivos, y garantizar que cada usuario tenga los permisos justos y necesarios. Reducir la superficie de ataque es esencial para enfocar mejor los recursos y cumplir con los límites presupuestarios.
- Implementar capacidades de detección. En esta fase se busca tener visibilidad total del uso de las identidades. Se deben integrar los registros de acceso y actividad con plataformas de correlación como SIEM, EDR o herramientas de análisis de comportamiento de los usuarios (UBA). La clave está en identificar comportamientos anómalos como accesos desde ubicaciones inusuales, en horarios atípicos o a flujos de datos no comunes. Esta visibilidad permite actuar en tiempo real, no post mortem, frente a posibles ataques.
- Elevar las capacidades de respuesta de forma automatizada y orquestada. Una detección sin respuesta no protege. Por eso, es fundamental contar con playbooks que establezcan los pasos a seguir frente a eventos como un ataque de phishing exitoso, una cuenta comprometida o el uso indebido de permisos. Las acciones automatizadas pueden incluir la desactivación de cuentas, revocación de sesiones activas, bloqueo de accesos o generación de tickets automáticos para revisión humana. Además, aquí se integran soluciones tecnológicas que permiten responder de manera ágil y orquestada, como herramientas IAM, plataformas de gestión de tickets o firewalls inteligentes. El objetivo es crear una capacidad de respuesta rápida, coherente y repetible que reduzca al mínimo el impacto de los incidentes relacionados con las identidades digitales.
- Mejora continua y monitoreo. Una estrategia ITDR madura no se detiene; se adapta constantemente. Esto implica realizar simulacros de ataques (como ejercicios de table-top), simulaciones de phishing, pruebas de penetración al AD y auditorías periódicas. También se deben analizar los eventos ocurridos, aprender de ellos y refinar las alertas, reglas de detección y mecanismos de respuesta. Así se alcanza una evolución constante de la madurez cibernética de la organización.
Los ingredientes extra
Pero más allá de la tecnología, existen factores críticos que determinan el éxito de ITDR. Entre ellos, destaca, en primera instancia, el patrocinio ejecutivo: sin el apoyo del C-Level, las iniciativas de gestión de identidades no reciben la prioridad que merecen.
También es vital lograr visibilidad completa del entorno, eliminando puntos ciegos en los sistemas de identidad, especialmente en entornos híbridos o multi-nube. Por otro lado, la colaboración entre los equipos de TI y seguridad debe ser fluida, ya que gestionar identidades no es solo una tarea operativa, sino una cuestión de seguridad estratégica.
Otro factor es la automatización balanceada: automatizar sin afectar la operación del negocio, con controles adecuados y monitoreo constante. Finalmente, una estrategia ITDR debe fomentar una cultura organizacional de ciberseguridad, capacitando a los usuarios, promoviendo la responsabilidad compartida y gestionando el cambio de forma efectiva.
Para lograrlo, Minsait sugiere iniciar por áreas piloto (como recursos humanos o marketing), con acompañamiento consultivo, integración tecnológica mediante un SOC, y escalar progresivamente hasta construir una estrategia transversal, robusta y resiliente frente a las amenazas a la identidad.
Sin duda, Identity Threat Detection and Response (ITDR) representa un cambio fundamental en la forma en que las organizaciones deben abordar la seguridad digital. Ya no basta con controlar accesos o implementar la autenticación multifactor; hoy es imprescindible detectar y responder activamente ante amenazas que comprometen las identidades. La implementación efectiva de ITDR requiere un entendimiento profundo del entorno, herramientas tecnológicas adecuadas, automatización inteligente y, sobre todo, una visión estratégica que integre a todas las áreas del negocio.